Pobres y Humildes en Vocación de Iglesia,
Profecía de Esperanza

“¿A quién mandaré? ¿Quién irá de nuestra parte? Contesté: aquí estoy, mándame” (Is 6, 8). Creyentes, hacedores del misterio que nos ha prendido en urgencia de salvación y entraña de misericordia. La fe nos unge en el Espíritu Santo haciéndonos despliegue de la potencialidad de cuanto existe. Somos intervención y aliento profético en la problematicidad y posibilidad históricas. “Aquí estoy”. Nos comprendemos en el hoy que nos está enviando a la realidad en conciencia cada vez más crítica y creadora. En lo que hemos sido evangelizados, evangelizaremos. La evangelización es nuestro ser. Para eso hemos surgido en la historia en voluntad de encender personas, situaciones, instituciones, la sociedad entera en la gracia y bondad que lo sustenta todo y lo impulsa hacia la creación de “un cielo nuevo y una tierra nueva en los que habitará la justicia mayor, la del amor”.

“La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. Evangelizamos descendiendo, encarnándonos en la fragilidad y hondura del misterio de personas, realidades y pueblos. “Hemos visto su gloria, gloria propia del Hijo único, lleno de gracia y verdad”. Somos atraídas/os al envío del Hijo en la gratuidad, amor y verdad en los que está viniendo a la carne humillada y gimiente. Seguimos el misterio de Dios en su radical entrega al hombre y a la mujer, a la creación entera. Afectados en nuestras entrañas por problemáticas, conflictividades y anhelos de liberación y búsqueda de sentido, somos prendidas/os en evangelio. Acción, sabiduría y fuerza creadora de vida. En la potencialidad que la trayectoria histórica y el Espíritu nos vienen configurando, somos apremiadas/os a alentar el brote de vida y esperanza que brilla en lo hondo de cada persona, situación y realidad.

El trabajo, la profesión, la existencialidad nos son urgencia evangelizadora por implicación y entrega gratuita de cuanto somos y tenemos. Queremos atravesar los ámbitos, la sociedad y la historia encendiéndolos en la inmensidad de gracia y misterio que esconde cada realidad. La libertad de ser evangelio nos trabaja en una sensibilidad creciente de la santidad, intimidad y libertad de cada persona, en la acogida adorante de su singularidad y energía proyectiva de futuro. La revelación definitiva, en la que hemos sido selladas/os, nos hace creyentes de la realidad generadora de alternativas diferenciadas y plurales. “De su plenitud hemos recibido gracia tras gracia”.El misterio del Hijo trayéndonos el origen, el Padre, nos hace Espíritu creador, evangelio viviente en la historia, profecía que nos enciende en pasión de revelación por salvación definitiva.

“El que no está contra nosotros está por nosotros” (Mc 9, 40).El imperativo evangelizador procede para nosotras/os del don, de cuanto existe. La gracia nos trabaja en el reconocimiento del misterio que irrumpe y actúa en la historia desde la riqueza de experiencias plurales en búsqueda de sentido y ultimidad. En la revelación definitiva del misterio santo en la persona de Jesús el Cristo, somos atraídos por el Espíritu a recorrer una milla más, a adentrarnos en la presencia del reino que está actuando en las personas, religiones, culturas, por las que estamos alumbrando el presente y futuro de vida, reconciliación y comunión eterna. La realidad se despliega en lo diferente, preñado en opción y deseo de lo íntimo y eterno. La libertad de ser alternativa creyente mesiánica nos destina a ser oyentes de cuanto es nuevo, verdadero y santo en la creatividad generosa de la historia, en la pluralidad y riqueza singular. Creemos en la gratuidad y dinamicidad de vida de cuanto existe. Optamos por la comunión e interacción providente de la realidad en anhelo de plenitud y diálogo creador de alteridades.

Existimos en vocación de Iglesia anunciando, realizando el evangelio del reino; una eclesialidad en acto de evangelización y gestación de la esperanza en humildes signos de reconciliación, perdón y comunión. “La Sabiduría, que lo atraviesa y lo penetra todo” (Sab 7, 22ss), nos hace reconocer, gozar e impulsar el reino en el que el Espíritu viene encendiendo la creación entera, la historia y el misterio de cada persona.